lunes, 29 de septiembre de 2008

Pero...


"¿A caso no lo entiendes?
¡Uno se muere cuando renuncia a sus sueños!"


Lo siento, yo no me voy a ningun lado

martes, 23 de septiembre de 2008

Desaparezcámonos


¿Acompáñame?

Arranquémonos

Solo un rato, estoy harta de todo esto

¿Vamos?

No será por mucho

Te prometo que no pasara nada

¡Vamos!

Toma mi mano

Por favor amor, no quiero ir sola

Mas iré igual si no me acompañas

No es difícil, ven

No le avises a nadie, será nuestro secreto

¿Nos vamos? toma mi mano

Sube conmigo

Ahora...

Salta

Desaparece

…Nos vemos allá


"Saltemos este muro y desaparezcamos
En un lugar seguro dejaremos el dolor."
A tu lado - La Renga


martes, 16 de septiembre de 2008

MentiraMutua

Es fácil darse cuenta que las cosas andaban mal, cuando las peleas, los gritos y los portazos se vuelven pan de cada día.

Y la rutina, maldita rutina... pensar que alguna ves fuimos felices, la verdad es que recuerdo muy poco de eso, paso hace tanto tiempo.

Con el tiempo termine durmiendo al lado de un mueble, un mueble frío e insensible, un mueble al que no le importaba si sus hijos tenían todo para el colegio, un muble que llegaba tarde para no estar con su familia.

Deje de preocuparme cuando asumí que esto seria así aunque no quisiera, yo sabia que tenías a otra, yo tenía otro ¿Qué mas? Solo quedaba fingir que éramos felices

Fingir como lo hacemos para cada comida de la empresa, fingir delante de los vecinos, fingir como lo hicimos durante años frente a los niños, que no entiendo como no se dieron cuenta, fingir con esa sonrisa falsa que nos sabemos de memoria y así nos volvimos en unos verdaderos profesionales en mentir

Sabíamos desde el principio que no iba a funcionar lo nuestro, casarse por obligación, como en la edad media, una verdadera tortura. Sí, estaba embarazada, pero no estábamos en el siglo XV, bueno quizás si para mis padres.

Seis meses llevábamos de casados y nació la Paula, obvio todos creían, o quisieron creer, que la bebe era prematura, auque la guagua era enorme… en fin nadie dijo nada.

Ni tu dijiste nada, te importo poco que naciera tu hija, estoy segura que siempre te lamentaste porque fue todo por culpa de una calentura de una noche.

Dos años después nace Nicolás y con eso pensé que ibas a cambiar, claro como para traerlo al mundo nadie te obligo, no entiendo porque fui tan entupida, seguiste igual de frío y rígido.

Después de eso deje de llorar, deje de lamentarme, pase por alto que tuvieras dos o tres amantes… Cuide a los niños, trate de darles ese cariño que nunca les diste, pero los niños crecieron, maduraron y se fueron, dejándome un vacío, dejándome vacía

Así, sola, no sé porque, seguí tus pasos y me volví la esposa mas infiel del barrio, como si las otras cartucha son le pusieran el gorro a sus maridos, y reconozco que no lo pase nada de mal.

Tú hacías lo mismo con tus otras mujeres ¿o no?

En fin... igual me aburre dormir con un ser humano que ni siquiera te saluda y que solo te da un beso en la mejilla cuando esta frente a los colegas.

Hablando de colegas… hoy vienen a comer a la casa, otra tortura más

Diablos suena el pestillo de la puerta, a fingir otra ves

viernes, 5 de septiembre de 2008

BiografiaNoAutobiografia


Pulmones hinchados y la traquea estrecha, dura, y rígida no dejaban pasar nada…

Francisca se estaba ahogando, no podía respirar, no podía botar el aire, tampoco inhalarlo.

Mientras la desesperación la consumía empezaron los temblores, su cuerpo se estremecía sin control alguno y un sentimiento de miedo la invadió por completo, sentía que todo terminaba, sentía el fin. Ni siquiera era coherente, pero ella no podía pensar, sentía un terror horrible, imágenes en su cabeza… rompió en llanto

Temblores, miedo, lagrimas, poco aire, todo se mezcla, todo se vuelve uno.

El tiempo empezó a avanzar más rápido ¿O más lento? Daba lo mismo, la percepción del tiempo igual estaba difusa.

Media hora más tarde despertó, aun tiritando, camino al hospital…

Llegaron, atención de urgencia, un par de doctores y una pastilla algo dulce bajo la lengua.

La Pancha – como le dicen sus amigos – acababa de tener un ataque de pánico.

El doctor de turno le receto un par de calmantes y una hora al psicólogo.

- ¿Psicólogo?, ¡Si yo no estoy loca!- Grito y eso fue todo lo que dijo antes de amurrarse al saber la decisión del medico y no pronunciar ninguna palabra más durante el día.

Nuevo día, soleado, rico, caluroso, pero la Pancha seguía en su cama, no tenia ganas de nada, quería enterrarse en el colchón y jamás levantarse.

Lloraba, ni ella sabia porque, pero se sentía tan bien al hacerlo

- Si alguien me ve juraría que estoy loca- pensó y sonrío un par de segundos, para luego seguir llorando.

Suena el teléfono y la Pancha maldice con unas palabrotas porque no quiere contestar.

- Alo, quien habla.

- Hola Pancha, soy la Ale, vamos “todos” a la playa ¿Quieres venir? Te pasamos a buscar- dijo la Ale desde el otro extremo de la linea, con esa voz agudísima que llegaba a dar dolor de cabeza.

- Pucha, tengo que salir- Mintió y colgó

Ya eran las 3 de la tarde, horrorosa para Francisca que daba vueltas por su casa buscando un lugar fresco. Se dirigió al baño, abrió la tapa del estanque y saco lo que estaba pegado a el, era un paquete transparente, frío y un poco húmedo, que había escondido hace algunos días.

Sin pensarlo dos veces busco una bombilla, el carnet… Hizo una línea y hacia adentro

Ardor horrible, pero exquisito a la ves, todo se va y se desvanece. Las peleas, los gritos, las preocupaciones, la pseudo locura, el colegio. Todo desaparece

Otra línea, la nariz roja… Da lo mismo lo único que quería la pancha es desaparecer un rato.

Sin aviso cae al piso del baño y pierde la conciencia y queda un par de horas ahí tirada, sola… Como siempre ¿no?

Despierta llorando, (dos horas después) se siente vacía.

Sabe perfectamente que aquella droga le provoca esos repentinos “ataques de pánico” que le dan de vez en cuando, pero la droga la borraba y la hacia olvidar la soledad en que se encontraba absorbida.

Pero Francisca ya estaba cansada, llevaba 6 meses cayendo en esta suerte de monotonía y ya estaba harta y así como estaba, despeinada y en pijama, se puso las botas de su mamá y su abrigo favorito de color azul que le destacaba sus ojos.

Camino unas horas, ya estaba oscuro, aunque no era tarde.

Fue “donde siempre”, ahí iba cada vez que algo se le escapaba de las manos, el puente Juan Pablo II, pero esta vez seria distinto. Esta vez no seria para mirar los autos pasar a su velocidad máxima.

Esta vez se subió al borde, saltó, voló un par de segundos. Lagrimas en los ojos y la mente en blanco… Antes de dormirse en un sueño eterno.